La alcaldesa responde

Mujeres Forcaricenses. María del Carmen Vilar Vilar, mujer minera

Carmucha vivió siempre en Quintelas, en la parroquia de Millerada. Esta vecina de Forcarei tiene 102 años que atesoran una vida llena de mucho y muy duro trabajo. Su madre murió muy joven y fue ella quien crió y cuidó de sus 7 hermanos. Carmucha fue minera antes de la Guerra Civil allá por los años 1933-1934. Bajaba a la mina muchas veces e incluso bajó en las vagonetas. Dice Carmucha «que aún bajaba ahora». El metal que se extraía de esta mina (Mina de Calvos) era el estaño que después de sacarlo, se lavaba en las cunas de madera y se vendía al peso en Beariz y Doade donde se llegaba caminando. A veces incluso tanto para cogerlo en la mina como para ir a la venta ella iba con los rapaces en el regazo. La mina fue expropiada por la compañía de Gulías, en ese momento empezaron a pagarle algún pequeño salario pero no llegó a tener seguro nunca. Trabajó en la labranza, iba a coger el tojo, picar y acarrear leña, cosechar centeno, trigo, maíz e incluso trabajó en el cuidado de las vacas. Aprendió a coser y lo hacía para la casa y para fuera. Recuerda que cosió los uniformes con los que sus hermanos fueron a la Guerra Civil. Eran monos hechos con el tejido de su telar. El practicante del pueblo no podía venir todos los días a las aldeas a poner inyecciones y le enseñó a hacerlo. Era ella luego quien iba a las casas de los aledaños a ponerlas y como la penicilina tenía que inyectarse exactamente cada ocho horas en muchas ocasiones tenía que dormir en las casas donde la demandaban. Si hubiera estudiado Carmucha querría ser médica «se me daría bien». Carmucha es muy aficionada a cocinar, amasar el pan y hacer los roscones. También le gustaba ir al Cine de Soutelo. Para ella el mejor de vivir en Forcarei es la tranquilidad «siempre se estuvo mejor aquí que con el barullo de la capital». Habla con alegría de las ruadas “De facer a rúa» fiesta que organizaba una chica cada semana en su casa o buscando un lugar cuando le tocaba organizar. Allí se podía cantar, bailar, tocar la pandereta y conocer a los chicos de los aledaños. Carmucha no casó porque «el joven que yo quería no me quiso y los que me querían no los quise yo». Su soltería le permitió cuidar de hermanos y sobrinos como si fueran sus hijas e hijos. Ya desde niña cuidó también a las crianzas de su maestro antes de ir para la escuela. Carmucha recuerda momentos de alegría vividos en las fiestas de los Dolores en Forcarei, en la Fiesta del Aciveiro donde se pasaba el día merendando en la Carballeira la comida que se traía en las cestas de la casa. Rechaza enérgicamente el machismo de antes, porque las mujeres dependían de los hombres. Por esto recomienda a las mujeres de Forcarei “que no sean esclavas ni de los trabajos ni de sus parejas porque ya lo fuimos bastante» reitera con su extraordinaria lucidez. También aconseja a las jóvenes que comienzan a trabajar que defiendan sus derechos y que cobren igual que los hombres, que no permitan que les paguen menos por un trabajo de igual valor.

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